Las imágenes radiológicas son fundamentales para complementar los datos clínicos y ayudar a los urólogos a establecer un tratamiento adecuado del paciente. Entre las diferentes modalidades de imagen, la tomografía computarizada (TC) se considera actualmente el estándar de referencia para la evaluación de enfermedades urológicas debido a su amplia disponibilidad, tiempo de exploración rápido y evaluación integral. En particular, urografía por TC.
HISTORIA
En el pasado, la urografía intravenosa (UIV), también llamada “urografía excretora” y/o “pielografía intravenosa”, se utilizaba principalmente para evaluar el tracto urinario. La técnica implica una primera radiografía simple seguida de una inyección intravenosa de un agente de contraste soluble en agua (1,5 ml/kg de peso corporal). Posteriormente, se adquieren una serie de imágenes en momentos específicos. Las principales limitaciones de esta técnica incluyen la evaluación bidimensional y la falta de evaluación de la anatomía adyacente.
Después de la introducción de la tomografía computarizada, la UIV se ha utilizado ampliamente.
Sin embargo, sólo en la década de 1990, con la introducción de la tecnología helicoidal, los tiempos de exploración se aceleraron enormemente de modo que grandes áreas del cuerpo, como el abdomen, podían estudiarse en segundos. Con la llegada de la tecnología de detectores múltiples en la década de 2000, se mejoró la resolución espacial, lo que permitió la identificación del urotelio del tracto urinario superior y la vejiga, y se estableció la urografía por TC (CTU).
Hoy en día, la CTU se utiliza ampliamente en la evaluación de enfermedades urológicas.
Desde los primeros días de la TC, se sabe que los espectros de rayos X de diferentes energías pueden distinguir materiales de diferentes números atómicos. No fue hasta 2006 que este principio se aplicó con éxito al estudio del tejido humano, lo que finalmente condujo a la introducción del primer sistema CT de energía dual (DECT) en la práctica clínica diaria. La DECT ha demostrado inmediatamente su idoneidad para la evaluación de condiciones patológicas del tracto urinario, que van desde la degradación del material en los cálculos urinarios hasta la absorción de yodo en las neoplasias malignas urológicas.
beneficio
Los protocolos de TC tradicionales suelen incluir imágenes previas al contraste y poscontraste multifásicas. Los escáneres CT modernos proporcionan conjuntos de datos volumétricos que se pueden reconstruir en múltiples planos y con espesor de corte variable, manteniendo así una excelente calidad de imagen. La urografía por TC (UTC) también se basa en el principio polifásico, centrándose en la fase de "excreción" después de que el agente de contraste se ha filtrado en el sistema colector y la vejiga, creando esencialmente una urografía intravenosa con un contraste tisular muy mejorado.
LÍMITE
Incluso si la tomografía computarizada con contraste es el estándar de referencia para las imágenes iniciales del tracto urinario, se deben abordar las limitaciones inherentes. La exposición a la radiación y la nefrotoxicidad del contraste se consideran inconvenientes importantes. Reducir la dosis de radiación es extremadamente importante, especialmente para los pacientes más jóvenes.
En primer lugar, siempre se deben considerar modalidades de imágenes alternativas, como la ecografía y la resonancia magnética. Si estas tecnologías no pueden proporcionar la información solicitada, se deben tomar medidas según el protocolo CT.
El examen de TC con contraste está contraindicado en pacientes alérgicos a los agentes de radiocontraste y en pacientes con insuficiencia renal. Para minimizar la nefropatía inducida por contraste, los pacientes con una tasa de filtración glomerular (TFG) inferior a 30 ml/min no deben recibir medios de contraste sin sopesar cuidadosamente los riesgos y beneficios, y deben usarse con precaución en pacientes con una TFG en el rango 30 a 60 ml/min en pacientes.
FUTURO
En la nueva era de la medicina de precisión, la capacidad de inferir datos cuantitativos a partir de imágenes radiológicas es un desafío actual y futuro. Este proceso, conocido como radiómica, fue inventado por primera vez por Lambin en 2012 y se basa en el concepto de que las imágenes clínicas contienen características cuantitativas que pueden reflejar la fisiopatología subyacente del tejido. El uso de estos ensayos podría mejorar la toma de decisiones médicas y encontrar espacio, especialmente en oncología, permitiendo, por ejemplo, evaluar el microambiente del cáncer e influir en las opciones de tratamiento. En los últimos años se han realizado numerosos estudios sobre la aplicación de este método, incluso en la evaluación del carcinoma urotelial, pero esto sigue siendo prerrogativa de la investigación.
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Hora de publicación: 20-mar-2024